jueves, 2 de junio de 2011

Video Huracán 0 - Estudiantes 3

Peñarol, de Uruguay, con mucha gloria en medio siglo de la Copa Libertadores, vuelve a ser finalista del torneo más importante para América del Sur tras superar en las semifinales a Vélez Sarsfield, considerado el mejor equipo argentino en la actualidad. Definirá con el Santos de Brasil.

Vélez Sarsfield ganó por 2-1, resultado insuficiente para remontar el 1-0 que obtuvo Peñarol una semana antes en el estadio Centenario de Montevideo, debido al valor extra de los goles anotados afuera de casa.

Abrió el marcador Fernando Mier (m.33), igualó Fernando Tobbio (m.45) y le dio la victoria a Vélez el uruguayo Santiago Silva (m.67), que a los 75 malogró un penal clave.

Peñarol, el primer campeón del torneom en 1960, y que ha logrado posteriormente otros cuatro títulos, llega a esta fase 24 años después de su última conquista continental, en 1987.

Las circunstancias no daban lugar a las especulaciones. Vélez necesitaba ganar y el conjunto de Montevideo entendía que su ventaja mínima en el marcador tras el encuentro de ida significaba una ventaja carente de garantías, que debía reforzarse.

En ese contexto, dos equipos afianzados, compactos, encararon el partido con la misma tesitura: firmeza defensiva, carácter en la zona de contención y gestación y, por un lado, la rotación hacia adelante de los delanteros locales y, por el otro, la velocidad de Martinuccio, el punta de un Peñarol sólido.

El equilibrio de fuerzas se convirtió rápidamente en el principal atractivo del choque. Cuando el balón llegaba a las áreas tanto los propios como los extraños se ponían de pie, levantados por olfatos sensibles al perfume de gol.

Un pilar defensivo de Vélez, como el defensor y capitán Cubero, duró un cuarto de hora y salió del campo lesionado y un gesto de dolor del centrocampista Maxi Moralez le puso los pelos de punta al entrenador argentino, Ricaedo Gareca, antes de la media hora de juego.

Y de todas las posibilidades ofensivas del partido sobresalió la de un Martinuccio veloz, atento, inquieto, que asistió magistralmente por la izquierda a Matías Mier, encargado de abrir el marcador a la media hora y tres minutos con notable solvencia y que puso a Vélez al borde del abismo.

Ese gol le daba a Peñarol una ventaja de 2-0 y obligaba al equipo de Buenos Aires a montar un muro delante de su arco y marcar tres goles para progresar hacia la final.

En el tramo final de la primera parte, el árbitro chileno Enrique Ossés invalidó un gol de Juan Martínez para Vélez, al cobrar un offside, y consideró legítimo el de Fernando Tobbio, que estaba adelantado al anotar, tras un rechazo del arquero uruguayo Sosa, a los 45.

Pero Corujo, Freitas, Aguilar, Olivera y Mier, uno de los mejor dotados técnicamente en el equipo de Diego Aguire, contuvieron la esperanza de Peñarol, alimentaron el sueño de volver a la fase final de una Libertadores en la que los 'mirasoles' ha hecho historia.

El equipo de Gareca, impulsado por su amor propio y en momentos en que a su silenciosa afición le costaba superar el impacto del gol de Mier, se las rebuscó para generar varias situaciones de peligro frente al arco uruguayo, especialmente a través de Juan Martínez.

La ventaja en el marcador global le permitía al equipo de Montevideo regular sus esfuerzos, tomarse un respiro y pararse en el campo en postura de contraataque.

El tanto del goleador Silva con un zurdazo clamoroso para el 2-1 en favor de Vélez a los 67 minutos, puso al partido encima del fuego, y a los 75, una falta contra Martínez le daba la posibilidad a los 75 de que el conjunto argentino, mediante un penal, alcanzara el resultado necesario para pasar a la final.

Pero Silva se resbaló al rematar, el balón pasó por encima del travesaño y los sonidos del silencio en el estadio José Amalfitani se extendieron a todo el barrio porteño de Liniers.

El equipo uruguayo celebró minutos más tarde una nueva página escrita con letras de oro en su historia, junto a 8.000 hinchas uruguayos que se cruzaron el Río de la Plata para alentar y disfrutar.

Este partido de vuelta de las semifinales se jugó en el estadio José Amalfitani, ante 55.000 espectadores.

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