a autocrítica que Juan Antonio Pizzi fue lo único rescatable de la tarde de ayer en el Gigante. Demasiado poco para las aspiraciones de un equipo al que su fútbol le viene jugando una mala pasada, pese a que esto obre de contrapunto con lo que marcan los números. Porque se puede tener un flojo rendimiento y ganar, como sucedió en Corrientes, pero está claro que no siempre será así. Lo de ayer es para repasarlo y saber qué es lo que no se debe hacer dentro de una cancha. El resto es todo absolutamente desechable. Porque cuando muchos (los que fueron a la cancha y aquellos que lo siguieron por TV) postergaron la siesta, el equipo fue el que la durmió. Por eso el tedioso 0 a 0 contra Almirante Brown que desde lo futbolístico no dejó absolutamente nada, apenas el hecho de que sigue a uno de la punta por el empate de River contra Ferro Carril Oeste.
No dar tres pases seguidos le complica la existencia a cualquier equipo y Central pudo dar cuenta de esa realidad. La imposibilidad de tener la pelota y de cuidarla cuando era recuperada fue el alma de la pobre puesta en escena. De principio a fin. Porque cuando en los 30 minutos del primer tiempo el partido ya se había tornado insoportable, algunos mantenían la esperanza de que en algún momento alguien podía llegar a tener un momento de lucidez y torcer el rumbo de la historia. Nada más alejado de la realidad.
Bien cubierta de parte de Almirante la salida de los laterales, al canalla no le quedó otra que intentar por centro, con Mozzo y Alderete (los dos fallaron mucho con la pelota en los pies) o bien acudir al pelota frontal, facilitándole la labor a los centrales de La Fragata, que aún mandando todo a la platea cumplían con su deber.
Un pelotazo largo de derecha a izquierda encontró solo a Vega, quien le dio como venía y su remate se fue muy desviado (13’) y una situación similar en los pies de Castillejos (29’) fue todo lo del primer tiempo.
Al menos lo que vino después tuvo algunas emociones más, pero siempre con la misma chatura futbolística. Porque Central siguió con la vista nublada, pero sobre todo con la imprecisión como su gran aliada. A esa altura la apuesta de Carrizo-Ferrari por el sector derecho ya estaba en deuda y por la izquierda tampoco se encontró solución con el ingreso de Jonás Aguirre.
La pelota que Monsalvo estrelló desde 30 metros en el travesaño y le quedó servida a García (61’), la corrida de Carrizo que terminó con un remate que se fue lamiendo el palo izquierdo del arquero Losa (80’) y la tapada del uno canalla tras el disparo de Vega (83’) fueron oasis en medio de tanta mediocridad. Ni siquiera los tardíos ingresos de Coniglio y Rivero colaboraron para dar ese salto cualitativo desde lo futbolístico que el momento requería.
Y como transcurrió todo el partido, terminó. Abofeteando el fútbol, impacientando a los hinchas, pero, por encima de todo, dejando escapar otra inmejorable ocasión (ocurrió también ante Guillermo Brown) de ganar en el Gigante para comenzar a calzarse el traje de equipo con aspiraciones serias. Y todo sucedió porque la siesta de sábado que todos los canallas suspendieron, el equipo y su fútbol la durmieron plácidamente.
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