“Me gustan las cabras con machas pequeñitas, dan mejor leche”, afirma el actor Viggo Mortensen, quien acaba de comprar una finca en Segovia, a unos cien kilómetros de Madrid, donde ha reunido un sólido rebaño que le convertirá en fabricante de quesos. Tras el sorprendente anuncio, que reveló su amigo y compañero de rodaje en El señor de los anillos Karl Urban, Mortensen, de generación de ganaderos y curtido en la granja familiar en Dinamarca, confirma que sí, que también entiende de cabras.
Hijo de padre danés y madre estadounidense, vivió su infancia en Argentina, de donde le queda el idioma y la afición (o, más bien, devoción) por su club de fútbol, el San Lorenzo de Almagro, al que apoya económicamente y refuerza en su web como comentarista.
Después del divorcio de sus padres, volvió a Nueva York con su madre y sus hermanos y una vez terminada la universidad regresó a Dinamarca.
De amish a Freud
En 1982, Mortensen volvió a Nueva York y se matriculó en la escuela de actores de Warren Robertson (donde estudiaron Jessica Lange, Ben Stiller o Diane Keaton) y después de algunos pequeños papeles fue su interpretación como granjero amish en Witness (1985), la que comenzó a mostrar quién era este actor.
Por aquella época trabajaba en una serie de televisión, Salvation! Have You Said Your Prayers Today?, en la que conoció a la actriz y cantante punk Exene Cervenka, con quien se casó y tuvo su único hijo, Henry, que ahora tiene 24 años.
El actor participó en 29 producciones -entre ellas, Leatherface: Texas Chainsaw Massacre III, o The Portrait of a Lady- antes de que le llegara el salto a la fama mundial: el Aragorn de la trilogía El señor de los anillos, que dirigió Peter Jackson.
Después, sólo grandes películas: A History of Violence (2005), de David Cronenberg; Alatriste (2006), de Agustín Díaz Yanes; Appaloosa (2008), de Ed Harris, o The Road (2009), de Walter Salles.
Su concienzuda forma de preparar sus personajes le ha dado espléndidos papeles como el sicario ruso Nikolai de Eastern Promises (2007), también con Cronenberg, por el que fue nominado a un Oscar. Y nuevamente Cronenberg le convirtió en Sigmund Freud en A Dangerous Method (2011).
Lo NUEVO
La mirada de Mortensen vale, como dice el dicho, para un roto y para un descosido. Tan pronto mira frío y despiadado desde el pozo azul licuado de sus pupilas, como quema cuando abraza de un vistazo a su nuevo amor, llegado del fondo del río, al borde del Delta del Paraná, convertido en Agustín que se ha convertido en Pedro, en Todos tenemos un plan.
Esto tiene una explicación.
En su nueva película estrenada, el debut en la dirección de largometrajes de la argentina Ana Piterbarg, Mortensen hace un alarde interpretativo dándose la réplica a sí mismo transmutado en dos hermanos, idénticos en lo físico y tan diferentes en lo personal que uno de ellos, harto de su vida, decide usurpar la vida del otro cuando éste fallece.
Y es en ese trance que conoce a Rosa (Sofía Gala), una muchacha de apenas 20 años a la que hace el amor con tanta pasión como ternura.
“Los planes -afirma Mortensen - son como sueños conscientes, deseos, pero que nunca llegan a ser. Es inútil planear cómo van a ser las vacaciones, cómo mi año laboral, cómo va a ir esta relación, la fiesta de cumpleaños que voy a organizar; cómo va a ir la Bolsa, el tráfico...”.
“Hay cosas que más o menos sabemos cómo pueden llegar a ser, pero nunca los planes salen como uno espera”, opina.
Mortensen comparte cartel con los soberbios Soledad Villamil (Claudia) y Daniel Fanego (Adrián), la joven Sofía Gala (Rosa) y el español Javier Godino (Rubén).
Los planes
Mortensen es un hombre cordial, educadísimo y profesional, pero no concede más detalles de sí mismo de los que surjan en la conversación, mantenida por causa del trabajo. Y raciona las sonrisas, aunque acompaña el contenido de sus comentarios con distintas intensidades de mirada.
Aunque nada se lo hubiera impedido, Mortensen ha preferido rechazar el lujo del star-system y el estrellato de Hollywood y mantener su activa vida cultural al margen del glamour y de la fama.
Habla muy bajo, casi en un susurro, con frases cortas y elaboradas; viste de azul, vaqueros, chaqueta y camisa sin corbata, y rezuma calma y elegancia mientras atiende a la prensa en Madrid, donde vive actualmente con su pareja, la actriz Ariadna Gil, aunque de eso no habla.
Actúa, dibuja, pinta, hace fotos, escribe poesía, publica libros propios y ajenos con su editorial, es un apasionado del arte, de la pintura, de la literatura, toca el piano... y no descarta dirigir algún día con guión propio, del que sólo revela que “hay caballos” (EFE Reportajes).
"Hay cosas que más o menos sabemos cómo pueden llegar a ser, pero nunca los planes salen como uno espera", opina.
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