El empate sin goles terminó siendo casi una consecuencia lógica. Entre un equipo que nunca pudo y otro que no quiso demasiado era difícil que resultara alguna otra cosa ayer en Alta Córdoba.
Dominado por la confusión, Instituto nunca le encontró la vuelta al clásico y, como ya es recurrente, terminó enredado en sus propios dilemas y sumido en la desesperación y la impotencia. Belgrano, en cambio, llegó al reducto albirrojo sin más ambición que sostener el resultado inicial y engordar su seguidilla invicta sumando lo que sus protagonistas seguramente valorarían como “un importante punto en condición de visitante”. La gente se fue insultando a Claudio Vivas, el DT de la Gloria, porque su equipo sigue sin recuperar aquella identidad futbolística que le permitió ganarse la “chapa” de candidato en el semestre anterior. A Ricardo Zielinski nadie le dijo nada, no sólo porque los pocos hinchas de la “B” que estaban en el Monumental debían reprimir sus sentimientos, sino porque las expulsiones de Cristian Tavio, Guillermo Farré y Claudio Pérez terminaron absolviéndolo de la culpa de no animarse a explotar todas las ventajas que le otorgó el local.
El desconcierto de Instituto
El equipo que armó Vivas (4-4-2) pareció responder, más que a una definición estratégica, al enojo propio y a los reclamos ajenos. Dejó muy solo a Martín Zapata en el medio campo y eso le facilitó la tarea a los volantes de Belgrano, que de paso se ensañaron con él. Ribolzi se mostró como un posible socio, pero cuando tuvo la pelota se empecinó en llevarla por los aires o trasladarla demasiado. Su aporte más importante terminó siendo en el mano a mano con Mansanelli, cuando el DT lo mandó a subsidiar la tarea de Canever.
Si la idea era lastimar por afuera, ni siquiera se notó. Con laterales temerosos, carrileros indecisos y un mero marcador (primero Alfonso, luego Silvestre), Bergese tuvo que retrasarse en demasía para intentar una conexión. “El Chelo” amagó con ser la carta “matadora” del mazo albirrojo, pero terminó siendo una víctima más de la falta de juego de su medio campo.
La chance más clara de Instituto en todo el partido fue una “peinada” de Erpen a los 29 minutos del primer tiempo, luego de un tiro libre de Bergese, que obligó al esfuerzo de Olave. Antes, hubo otro cabezazo de Gagliardi y después un testazo de Silvestre y un remate de Klimowicz. Estas últimas llegaron en los 10 minutos finales, lo que deja en claro las dificultades que tuvo la Gloria para poner a sus jugadores de cara al arco rival, aún cuando el Pirata –en desventaja numérica– ya había abandonado la ilusión de acertar un pleno y llevarse algún premio mayor. A falta de mejores atributos, el local terminó repitiéndose en centros que facilitaron la tarea de una defensa que ocultó con cierta eficacia colectiva sus carencias individuales. Godoy y Klimowicz no aportaron soluciones desde un banco que no ofreció muchas más alternativas.
El conformismo de Belgrano
La diferencia entre Instituto y Belgrano fue que el equipo de Zielinski fue deliberadamente tibio. El 4-4-1-1 (y que no diga el DT que Vázquez juega de delantero) fue ideado con la premisa de copar la mitad del terreno de juego y evitar que ganaran espacios los volantes albirrojos.
Aunque el mediocampo otra vez lució descompensado (Farré sigue muy solo en la marca y ayer lo pagó con su expulsión), Parodi tuvo un arranque interesante y Mansanelli y Maldonado, con muy poco, lograron hacer diferencias por los costados. Pero el objetivo de apropiarse del terreno y del balón sólo se logró a medias, ya que Vázquez y Pereyra no aguantaban la pelota y esta enseguida volvía a propiedad del local.
Cuando el trámite del partido salió del frontón que proponían el viento y las dos defensas, la “B” logró darle a Carranza más motivos de preocupación que esas fuertes ráfagas que le frenaban sus saques. Un doble remate de Maldonado, a los 37 minutos del primer tiempo, y un tiro rasante de Mansanelli, segundos antes del entretiempo, fueron bien conjurados por el “1” de la Gloria. Otros cuatro disparos, aunque sin tanta puntería, fueron la evidencia de que Belgrano tenía más variantes y ventajas para quebrar el 0-0.
En el complemento, Vázquez desperdició “la” chance, a los 13 minutos, cuando pateó desviado desde inmejorable posición. Un tiro de Lazaga, casi en el final, sería el último intento ofensivo del Pirata. Por entonces, hacía bastante que ya jugaba a aguantar el empate, con uno, dos y tres hombres menos. Las tarjetas de Laverni le dieron a Zielinski la excusa perfecta para tratar de cerrar el partido y no asumir riesgos innecesarios, ni siquiera el de tratar de ganar. Recién cuando quedaron 11 contra 10 uno de los DT (Vivas) se animó a sumar un volante de creación. El otro (Zielinski) rearmó la defensa sacrificando a un volante ofensivo y redobló la apuesta cuando la acumulación de faltas le quitó dos jugadores más. Esperando en su campo, con Olave en el arco, cuatro atrás y tres en el medio, Belgrano se consagró a un final dramático, casi heroico. No se animó a ganar y terminó sufriendo más de lo deseable para evitar perder.
Claudio Vivas. Cambió jugadores y sistema (4-4-2), pero sigue sin encontrar las soluciones que Instituto precisa. El déficit mayor de su equipo fue la falta de juego en el medio campo, donde Zapata lució muy solo. No hubo un socio para el capitán y tampoco llegadas por los costados, y la pelota llegó poco a los pies de Bergese y Ábila. Apenas cuatro veces tiró al arco y no tuvo soluciones en el banco.
Ricardo Zielinski. Con muy poco, Belgrano complicó bastante a la Gloria. Su prioridad fue copar la zona de gestación para asegurarse el dominio territorial y el control de la pelota, y lo logró a medias. Generó muchas más situaciones de riesgo que su rival, pero no se animó a más. Terminó condicionado por un exceso de juego brusco.
Instituto, mucha confusión. La Gloria fue un desconcierto en todas sus líneas. Vivas armó un equipo más combativo, con mucha sangre albirroja, pero el equipo no tuvo juego. Le costó una enormidad llegar con claridad al arco de Olave.
Belgrano, poca ambición. El Pirata lució mejor en líneas generales, aunque por momentos abusó de las infracciones. Tuvo las chances más claras para convertir, pero su conformismo y las expulsiones lo encaminaron hacia la igualdad.
Saúl Laverni. Por momentos fue permisivo con el juego brusco, aunque estuvo bien en las cuatro expulsiones. Su error más grosero fue no sancionar una fuerte infracción de Barrios sobre Zapata que condicionó la permanencia del volante de Instituto. El exceso de suficiencia y las ganas de ser protagonista le restaron puntos a su desempeño.
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