sábado, 16 de junio de 2018

La frustración de Messi tras el inesperado final

Fue el último en tocar la pelota antes de que el polaco Szymon Marciniak diera por concluido el partido. Fastidiado, tomó el balón e intentó pegarle duro. Lionel Messi no podía creer lo que había pasado en cancha, estaba triste, se tomó la camiseta y se la subió hasta el rostro mientras desde la tribuna bajaba un timorato aplauso. Ningún argentino acabó conforme con el 1-1 ante Islandia y menos el 10 albiceleste.


Se le acercó Mascherano, Banega, Rojo, uno a uno para consolarlo. En media de esa mirada que hablaba por él, también vino hasta él el técnico islandés Heimir Hallgrimsson que amablemente le apretó la mano mientras contenía su alegría por no haber comenzado perdiendo el duelo. Los monitores que habían en el estadio del Spartak se llenaron de su rostro, de su desconsuelo que era el de los argentinos.

Es que durante la previa había un ambiente de fiesta y no era para menos porque los argentinos coparon los alrededores de un estadio que lució albiceleste, con alguno que otro islandés que parecía un lunar en media de esa marea que esperaba salir con otros aires del Sapartak Stadium. El aplauso timorato tras el final, incluido del mismo Diego Maradona que se fumó un habano durante los 90’, no convencía, no abastecía.

Había intentado una y otra vez vulnerar a Hannes Halldorsson, rematando desde el costado, buscando el perfil para cambiarle de palo, pero esos intentos terminaron siendo vanos ya que no hubo forma de desequilibrar tras el 1-1 que adelantó Sergio Agüero y que luego igualó Alfred Finnbogason. La esperanza era Messi, no había más porque Argentina divagaba con Biglia desenchufado y Di María poco activo.

Por eso cuando vino el penal, el estadio entero se preparó para el desahogo, para darle el tributo al hombre que es su máximo exponente. No por nada habían llegado con carteles donde lo mostraban como santo, como el protagonista de la ‘La casa de Lionel (por la Casa de papel)’ pero las manos del meta Hannes Halldorsson fueron más porque con su estirada hacia derecha ahogó miles de gritos de gol en el planeta.

Messi comenzó a hablar más, a pedir la pelota, a protestar cuando Banega o Tagliafico no se la entregaban como quería. Tuvo un tiro libre en el último minuto, como el viernes Cristiano Ronaldo ante los españoles, pero la ‘Pulga’ falló y al instante se decretó el final. Messi no lo podía creer y mucho menos los hinchas de la tribuna que acabaron mirándose unos a otros mientras la propia ‘Pulga’ busca una explicación.

Mejor… Cristiano”, decían los islandeses al abandonar el estadio, felices porque el 1-1 tuvo para ellos un sabor a victoria. La esporádica aparición de islandeses portando sus clásicos gorros vikingos, resaltó en media de una marea albiceleste que acabó como su capitán, con una cara larga y una bronca que fluía por la piel por no poder comenzar la Copa del Mundo de Rusia, como la ansiaba más que uno.

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