Un día de gloria vivió Diego Maradona hace 30 años en México-86 cuando Argentina venció a Inglaterra 2-1 con la artimaña de "La mano de Dios” y la obra maestra del mejor gol en la historia de los mundiales.
Aquel 22 de junio, en un mediodía de calor sofocante, con 115 mil hincha en el estadio Azteca de México, en partido de cuartos de final del Mundial, Maradona sacó como de la galera de un mago toda su travesura, talento, trampa y poesía.
Fue un triunfo histórico, antes de alzar la Copa con victoria 3-2 en la final contra Alemania. Imposible olvidar que cuatro años antes, argentinos y británicos se habían enfrentado a muerte en la guerra de Malvinas. Estaba muy fresca la derrota de las tropas argentinas del dictador Leopoldo Galtieri y esto parecía una revancha.
Pero, como diría más tarde Maradona, "la pelota no se mancha”. El gran capitán admite en su flamante libro evocativo Mi Mundial, mi verdad que los jugadores pensaban "hacerle honor a la memoria de los muertos”, en combate.
Pero sostiene que "aquel era un partido de fútbol y así lo interpretamos todos”. "Los ingleses fueron caballeros con nosotros. Incluso después de que ganamos, ellos vinieron al vestuario a saludar y a cambiar camisetas”, evoca "El 10” legendario de la Albiceleste.
Transgresión "argenta”
Hay que vivir en el Tercer Mundo y nacer como Maradona en Fiorito, una villa miseria (barriada pobre de caseríos precarios), para entender lo que en Argentina se llama "viveza criolla”.
Es una pillería aprendida gambeteando la pobreza y la penuria. El reloj marcaba el minuto 51. Maradona intenta una pared con Jorge Valdano (fue jugador, DT y manager de Real Madrid español) y un inglés rechaza la pelota hacia atrás. Cae lenta como un globo en el área. "Me salió de adentro, de potrero (canchitas barriales). Yo mido 1,66 pero (el arquero Peter) Shilton tiene 1,85, no puedo llegar. Entonces salté como una rana e hice ¡tac! con el puño izquierdo”, relata el exfutbolista de 55 años. No lo ve casi nadie. Ni siquiera Shilton.
El estadio estalla en grito de gol. Sólo Terry Fenwick corre desesperado detrás del árbitro tunecino Ali Bennaceur y protesta. "No vi la mano, volvería a convalidarlo”, confesó años más tarde el colegiado. En el vestuario, Maradona entra en la historia también por sus proezas verbales. "Fue un poco con la cabeza y un poco con la mano de Dios”, bautiza. Cuenta ahora que estaba temeroso de que se lo anulen.
Sueño de gol
Cuatro minutos después Maradona construye el "monumento al gol”, una sinfonía de Beethoven, un cuadro de Van Gogh. Arranca desde la mitad de la cancha y apila rivales como si fueran muñequitos de futbolín. Deja en el camino a Peter Beardsley, a Peter Reid, a Terry Butcher dos veces, a Fenwick y a Shilton. La empuja a la red con "tres dedos” (punta externa del botín), recuerda el exjugador.
"El segundo fue el único en mi carrera en que tuve ganas de gritar un gol del rival”, afirma el delantero inglés Gary Lineker, al entrevistar una vez al autor para la BBC. Fue Lineker quien descontó a los 81.
"Yo sé que soy mas ídolo en Escocia que en otro lugar por ese gol”, recuerda con picardía Maradona. Es de antología el relato radial del periodista uruguayo Víctor Hugo Morales: "¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! Ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta... Gooooool... ¡Quiero llorar! ¡Dios Santo, viva el fútbol! ¡Golaaazooo! ¡Diegoooool! Es para llorar, perdónenme... Maradona, en recorrida memorable, en la jugada de todos los tiempos... Barrilete (cometa) cósmico... ¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina? ...
Gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas”. Lo llaman "el Gol del Siglo”, votado por más de 340.000 personas en una encuesta de la FIFA en 2002.
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