Con poco rodaje de la temporada, partidos como el que jugó el domingo Racing, en Avellaneda, no definirán la venta del pescado grande-grande, pero sí ofrecen un buen material para examinar dónde están parados los equipos en cuestión.
Pensemos en Boca: a veces gana, a veces empata, a veces pierde, como cualquier hijo de vecino, y ahí ya tenemos todo un tema (el plantel de Boca fue armado para que viva lejos del tumulto y de la mediocridad), pero la pregunta del millón no varía: ¿a qué juega?
Racing no es ninguna maravilla, admitido, pero entre la Copa y el campeonato ha dejado apreciar los síntomas positivos que reclamaban las circunstancias, los hinchas, todos, incluido el propio Sava: menor ansiedad, menos crispación, mayor sintonía entre las líneas y, al cabo, un incipiente oficio para trabajar cada partido y hacer la tarea en tiempo y forma. Si consienten el rival, la siembra y la cosecha, golear, como a Bolívar. Si urge el doble de sudor, de orden, de concentración y de solidez defensiva, como el pasado domingo, adelante.
Mejor mirados estos días de Racing, evocan las derivas de Diego Cocca, que llegó con la bandera del jogo bonito y recién encaminó la nave cuando registró que disponía de la materia prima apta para consumar algo parecido al "contragolpe ofensivo” que patentó el Bambino Veira. Por ese camino La Acadé coronó.
Así planteado el escenario, sin abusar de la analogía y respetada la singularidad de Cocca y del Colorado -cuyo sello está en plena confección- no estará de más recordar que cuando el DT impone su idea a sangre y fuego de espaldas a la naturaleza del plantel que administra, en materia de finales felices la estadística es más bien baja.
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