El nublado devenir que amenaza a Luiz Felipe Scolari, a Alejandro Sabella, a Joachim Low y a Louis Van Gaal en el banquillo actual de sus respectivos equipos nacionales convierte el tramo final del Mundial 2014 en la última oportunidad de conquistar un gran éxito.
Las cuatro selecciones inmersas en la carrera final ansían la Copa. La historia de los cuatro países están plagadas de urgencias. En gran medida por el prestigio y las exigencias de la tradición. En otros, como en Holanda, por lograr un éxito demasiadas veces próximo y nunca obtenido.
Ninguno de los cuatro tiene amarrada su permanencia en el actual banco. Son etapas quemadas en todos los casos. La más evidente es la de Louis Van Gaal, para quien es segura su despedida del combinado ‘orange’ ya comprometido con el Manchester United para el retorno a la actividad de clubes. Low tiene compromiso hasta la Eurocopa del 2016. Sin embargo, puede ser Brasil su último Mundial.
Tiene a tiro un éxito con el que pocos cuentan. El menos favorito del cuarteto final suspira ahora por el éxito que se le negó en Alemania 1974, Argentina 1978 y Sudáfrica 2010. Con la puerta de salida abierta y la libreta en la mano, Van Gaal tiene ante sí un triunfo sin parangón en su carrera.
Con el adiós del holandés asegurado, la incertidumbre planea sobre los otros tres técnicos. Sabella, Scolari y Low que, por motivos distintos, pueden estar ante el cierre de ciclo en la selección.
Alejandro Sabella medita echar el cierre a su etapa en el equipo nacional. Sometido por la enorme presión que acecha al combinado albiazul, este bonaerense de 58 años, que ha envejecido siete en solo tres, contempla otros horizontes.
La presión es también el principal enemigo de Luiz Felipe Scolari, al que no le sirve otra cosa que el título en Brasil 2014. El preparador, que fue reclutado en noviembre del 2012 para hacer al equipo campeón, transita con el lastre de un juego rácano, distanciado del ‘jogo bonito’ que ansía el seguidor, insatisfecho a pesar de los éxitos.
El trofeo que logró para Brasil en Corea y Japón 2002 no ha supuesto un voto de confianza para el seleccionador, que ha reclutado gladiadores en su equipo y que ha cambiado el balón por la furia para lograr su objetivo. Para Löw, con compromiso hasta la Eurocopa del 2016, puede ser el último cartucho para lograr un Mundial. El alemán tiene todo lo contrario que sus colegas. Tranquilidad, estabilidad y el respeto a su trabajo.
Los éxitos, diez años después, empiezan a ser una exigencia para un preparador que ha cambiado la idea del fútbol germano, que ha devuelto la fiabilidad al gigante alemán, pero que ha carecido del brillo de los trofeos.
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