“Es más difícil hacer descender al Independiente que hacerlo campeón”, dijo César Luis Menotti, exentrenador de la selección argentina de fútbol, al referirse a la pérdida de categoría del cuarto club más popular y laureado del fútbol argentino .
El sábado anterior, la derrota por 1-0 ante San Lorenzo hundió a Independiente en el infierno. El club del paraguayo Arsenio Erico, máximo goleador histórico del fútbol argentino; de Ernesto Grillo, su figura en los años 50; de Ricardo Bochini y Daniel Bertoni, ídolos de su afición desde los 70, y de Sergio Kun Agüero, el último crack surgido de su cantera, vive el momento más triste desde su fundación en 1905. ¿Por qué el derrumbe futbolístico?
Para el diario El País la situación de Independiente no es más que la continuidad de un descenso económico y moral que lleva alrededor de 15 años de larvado desarrollo, y el mejor ejemplo de cómo se puede destruir un club.
Fundado por los empleados más jóvenes de una tienda del centro de Buenos Aires, a quienes no dejaban jugar en el equipo “oficial” por razones de edad (de ahí la reivindicación de “independencia” en el nombre), el Rojo creció bajo el signo de la austeridad.
A través de los años, sus dirigentes se ganaron fama de buenos pagadores.
Entre 1963 y 1995, Independiente conquistó 24 títulos (nueve locales y 15 internacionales), ganándose el apodo de Rey de Copas y el respeto general gracias a un estilo de fútbol que casi siempre privilegiaba la técnica y la estética. Pero a partir de allí se inició la hecatombe.
A finales de los 90 las costumbres cambiaron.
El nuevo siglo empeoraría las cosas. En 2001 asumió el mando un grupo de socios procedentes de una facción secundaria de la barra brava. Ya no habría marcha atrás. Año tras año, y sobre todo durante la presidencia de Julio Comparada (2005-2011), actualmente denunciado ante la justicia por múltiples irregularidades durante su gestión, los violentos fueron ganando espacio, e Independiente entró en un interminable tobogán.
La nueva comisión directiva comandada por Javier Cantero, que asumió a finales de 2011, intentó ordenar el caos, pero se mostró incapaz de detener la sangría deportiva y su triste condena.
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