Diego Armando Maradona siempre sospechó haber sido espiado y seguido durante sus noches napolitanas. Ahora ya puede quitarse la duda: la persona que a partir de enero del 1988 lo persiguió durante 18 meses se llama Antonino Restino y contó su aventura en un libro, ‘La espía de Dios’. En una entrevista para el periódico Il Mattino, el investigador privado confesó que fueron el presidente Corrado Ferlaino y el directivo Luciano Moggi quienes le contrataron: “Estaban preocupados por los rumores sobre su vida privada, rumores cada vez más feos y perturbadores”.
“El ‘hotel Paradiso’ era su favorito, llegaba por la tarde y volvía a su casa en la madrugada – relata Restino - Una vez, durante una vigilancia, me alejé y después lo encontré ligando con mi compañera de trabajo. Era increíble”. En aquellos años, al lado del Pelusa siempre estaba Guillermo Coppola, el representante al que más adelante Diego acusó de haberle robado todo su dinero: “A nosotros nos parecía fiel como nadie. Lo seguía en cualquier lugar y ejecutaba todas sus órdenes. Más que un agente, era una mezcla entre un compañero de aventuras y un servidor”.
Las mujeres, para pasar una noche con Diego, hacían de todo: “Durante una época hubo dos chicas que paseaban debajo de su casa durante horas. Lo hicieron varios días, hasta que Claudia Villafañe una tarde bajó y las echó, amenazándolas”.
Antonino Restino se veía cada semana con Luciano Moggi: “Estaba atento a cada detalle: una vez también le pillamos jugando con unos niños por la calle y una señora desde un balcón le tiró un cubo de agua. Obviamente, no le había reconocido”.
El directivo, sin embargo, nunca intervino: “Solo una vez le vi enfadado: cuando se enteró de que Diego se entrenaba en el garaje de su casa con su preparador personal, Fernando Signorini, el único que sabía cómo sacar lo mejor de él. El Nápoles no sabía nada de eso”. La actitud del que será, después, el director deportivo de la Juventus durante el escándalo Calciopoli, decepcionaba al investigador: “Siempre esperaba que hicieran algo para ayudar a Diego, pero escuchaban todo y nunca cambiaba nada. Al final, entendí que Maradona nunca habría aceptado intromisiones en su vida. Tampoco ante las pruebas de sus actos”.
A Antonio Restino hoy le queda un reproche: “Tuve la tentación de abandonar mi trabajo, encararme con Diego y de advertirle, como un amigo, para que mandara a la mierda aquel ejército de aprovechados, de curiosos, de ‘camellos’ y putas que lo asediaba, para volver a su naturaleza alegre, generosa, vital”. Y también un sueño: “Quisiera hablar con él, conocerle... Aunque pocos lo conocen más que yo”.
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