El amor que Diego Maradona le profesa al fútbol lo lleva ahora a ser DT del mexicano Dorados, pero así como fue un genio con la pelota, no ha dado pie con bola en la dirección técnica.
El contraste entre la carrera del argentino como jugador y su trayectoria como entrenador es el día y la noche: luminosa la primera, sombría la segunda.
Vivió su apogeo con goles de antología, asistencias mágicas y copas levantadas a granel. Las experiencias de conducción fueron efímeras y pura frustración.
Una vez dijo con todas las letras cuál es su vocación profunda: "Si me muero, quiero volver a nacer y ser futbolista para darle alegría a la gente".
Pero a los 57 años sólo puede jugar como entretenimiento entre amigos. Lo define con su proverbial humor: "Tengo menos piernas que una foto carnet, si quiero entrenar me desgarro hasta el hombro".
D10S está en todas partes
Su pasión lo hace aterrizar en el 'Gran Pez' de Sinaloa, equipo que está penando sin victorias en la segunda división mexicana.
Como corresponde a un verdadero D10S, como le dicen en Argentina, estará en todas partes, porque no dejará su puesto de presidente honorario del Dinamo Brest de Bielorrusia.
Sería un desplante después de que los bielorrusos lo pasearon en camioneta por las calles. La multitud lo idolatraba. Hasta le regalaron un anillo de diamantes.
Con su carisma de personaje universal con teatrales apariciones, vuelve a la dirección técnica como en aquel debut en el modesto Mandiyú de la provincia de Corrientes (nordeste) en 1994. Balance: 6 empates, 5 derrotas y una sola victoria.
Muy pobre para quien había deslumbrado en el Sub-20 en Japón-1979 y campeón con su querido Boca Juniors en el torneo argentino en 1980.
En 1995 saltó a dirigir al popular Racing Club con bombos y platillos. El saldo fue de 3 derrotas, 6 empates y dos triunfos. Telón rápido y a otra cosa.
Nada que ver con su paso por el FC Barcelona entre 1982 y 1984, cuando ganó la Copa de la Liga, la Supercopa de España y la Copa del Rey. Y ni que hablar de su hora más gloriosa al ganar el Mundial de México-1986.
Su sendero como entrenador sufrió un parate de más de una década. El hombre que hizo vivir los momentos más felices de la historia a los hinchas de Nápoli de Italia no encontraba momento ni lugar para dirigir.
Memorable fue su paso por la escuadra napolitana: dos 'scudettos (los únicos hasta hoy), una Copa de la UEFA, la Copa de Italia y la Supercopa de Italia.
En 2008 abrazó por fin otro de los sueños de su vida: dirigir a la Selección que lo tiene como emblema.
La Albiceleste entró a duras penas en el Mundial de Sudáfrica-2010. Pero era la gran oportunidad de revivir laureles, con Lionel Messi, Sergio Agüero y Ángel Di María.
Se le reconoce un mérito: logró que Messi se sintiera más integrado al equipo. Pero la ilusión se hizo pedazos la tarde de la goleada 4-0, humillante, que le propinó Alemania en cuartos de final.
La receta del Chavo
Trotamundos, transgresor y desafiante como siempre, llegó a Emiratos Árabes Unidos. Lo contrató Al Wasl (2011-2012) pero fue otro fiasco. Tuvo que marcharse.
Siguió en EAU como embajador deportivo y se sentó de nuevo en el banco de suplentes para dirigir a Al Fujairah, de la segunda división. Fue su mejor campaña. Ganó 7 de 11 partidos.
Estuvo al borde de lograr el ascenso pero un error infantil del arquero contra Khor Fakkan derivó en empate y se quedó con las manos vacías. Se fue solo, como quien se desangra.
En México, al menos, sentirá empatía. Desde esas tierras tocó el cielo con las manos en el Mundial-86. Y cuando se deprime dice tener un remedio: "Veo al Chavo y se me pasan los bajones". (AFP).
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