Argentina y Rusia inauguraron ayer el renovado estadio Luzhnikí en un partido en el que la Albiceleste ganó por 0-1 con gol de Sergio ‘Kun’ Agüero en la postrimerías del encuentro, pero dejó muchas dudas de cara al Mundial.
El sufrimiento de las eliminatorias sudamericanas ya es historia, pero la selección argentina no parece haber superado el trauma de verse en peligro de perderse la Copa, ya que el juego demostrado no es propio de un equipo que aspira a levantar el trofeo.
No fue un gran partido, pero sirvió para convencerse de que el Luzhnikí, que conserva la vieja fachada del histórico estadio Lenin, es el escenario ideal para el partido inaugural y la final de la Copa Mundial.
El problema para Argentina es que, superado el sufrimiento de las eliminatorias sudamericanas, el rosarino no encontró los socios que busca desde hace largo tiempo, más si Paulo Dybala está sentado en el banquillo. Jorge Sampaoli le cedió la manija a Matías Kranevitter, actual jugador del Zenit ruso, e hizo debutar a Lo Celso, el delantero del PSG, aunque apenas dispone de minutos en el equipo francés, mientras en defensa Pezzella sustituyó al lesionado Mercado.
Mientras, los rusos salieron con una defensa de cinco, con dos laterales largos, y tres delanteros que presionaron desde el principio la salida del balón, lo que causó dificultades a la defensa argentina. El partido tuvo un comienzo intenso, aunque apenas hubo ocasiones de gol, en parte porque Messi fue maniatado por los futbolistas locales, que le marcaron en zona. La Albiceleste lo intentó repetidamente por la derecha, donde Salvio y Enzo Pérez estuvieron muy activos, mientras Lo Celso sólo lo intentó tímidamente desde la izquierda. Casi sobre el final, Cristian Pavón en una jugada iniciada por Messi manda el centro para Agüero para marcar el único gol del partido tras un doble remate, el primero con el pie y el segundo con la cabeza (min.86).
EFE
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