El 23 de agosto de dicho año, la Pulga rosarina y sus compañeros (entre ellos estaba Sergio Kun Agüero) levantaban la anhelada copa. Seguramente, Messi no tenía la mínima idea de que esa consagración iría seguida de una “pausa” muy larga que aún no acaba.
En aquel entonces (y como ahora), Leo era la figura del Barcelona, club que lo acunó, lo formó y disfruta de la “buena cosecha”. En mayo, con solo 20 años y a un mes de cumplir los 21, Messi le hacía conocer a la dirigencia de la entidad catalana su firme decisión de ser parte del seleccionado. El Barça no quería cederlo porque consideraba que el torneo no era parte del calendario internacional de la FIFA.
Quien intervino a favor del argentino fue Pep Guardiola, que en esa década dirigía al cuadro español. La petición dio resultado y el rosarino brilló con todo su esplendor junto a la Sub 23, en agosto.
De ahí en más, el horizonte se le “pintó” con victorias en el camino, pero siempre carente del título soñado con el seleccionado mayor.
No “se le dio” a Messi en tres ediciones de la Copa América (2007, 2015 y 2016). Tampoco tocó el trofeo en el Mundial Brasil 2014, torneo en el que claudicó ante Alemania, en la final. Acabó segundo. Y al recuento fugaz de campeonatos en el historial del crack se le suma la cita de Rusia 2018, certamen en el que la Albiceleste se despidió de forma temprana, dejando frustración entre quienes se habían animado a poner todas sus fichas.
Pero lo cierto es que la historia sigue. Y si bien los números apuntan a que el blaugrana no llegará en su mejor momento futbolístico a Catar 2022 (tendrá 35 años), nada está dicho.
Por el momento, Messi sigue dando muestras de su buen estado en el Barcelona. Lo que suceda en cuatro años más queda en la nebulosa.
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